Integración regional, desarrollo y equidad

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Integración regional, desarrollo y equidad

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Introducción En los albores del próximo siglo, la trama de compromisos integradores suscritos en las Américas quedará reducida a cinco tratados fundamentales clasificables, según se propone en este trabajo, en dos grandes tipos. De un lado a nivel hemisférico el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (tipo "A:'); absorberá a todos los actuales tratados similares que están vigentes. De otro lado a nivel subregional sobrevivirán cuatro tratados (tipo "B" );: el Mercado Común del Sur, la Comunidad Andina de Naciones, el Mercado Común Centroamericano, y la Comunidad del Caribe. A lo largo de la década de los noventa, ambos tipos de tratados han sido plenamente compatibles con las reglas del juego del multilateralismo global en el actual escenario económico mundial, y con los modelos de crecimiento apoyados en la apertura, la desregulación y la transnacionalización de los mercados. En suma, ambos tipos de tratados se encuadran en las normas y principios del regionalismo abierto. A pesar del cúmulo de "sorpresas" que nos ha reservado la historia en este fin de milenio, parece poco probable que en las primeras décadas del próximo, el ALCA evolucione hacia fases de integración más profundas que lo hagan transitar hacia el tipo B examinado en este trabajo. Una transición de esta naturaleza implicaría por parte de Estados Unidos aceptar reducir su capacidad para formular de manera independiente aspectos vitales de su política exterior (comercial, migratoria, etc.);. Esta concesión resulta difícilmente admisible para la principal potencia mundial de fines de este siglo. Por otro lado, los países latinoamericanos y caribeños agrupados en torno a los otros cuatro tratados de tipo B, han estado experimentando de manera creciente dos órdenes de impactos negativos en sus perspectivas de desarrollo. Primero, un agravamiento de los problemas de empleo, pobreza y concentración distributiva asociados a su creciente integración al orden económico global; y segundo, dificultades fiscales y financieras agravadas por una creciente vulnerabilidad a los volátiles movimientos de mercados bursátiles, cambiarios, y financieros en la economía global. Paralelamente las reglas de juego del multilateralismo (no discriminación y trato nacional); a nivel mundial han limitado la autonomía de las autoridades nacionales para fijar sus políticas públicas, especialmente las relacionadas con su inserción en la economía mundial. En el marco de estas dificultades, surgen algunos indicios de que los países de la región (sin renegar de 1os principios y compromisos del regionalismo abierto, y sin pretender, por ahora, un retorno a prácticas proteccionistas); están descubriendo en los tratados de integración tipo B un instrumento de gran potencialidad para ir elaborando, de manera conjunta, nuevas respuestas estratégicas frente a los desafíos de la globalización. El tema excede el marco de las consideraciones económicas y se proyecta al plano social y político cuando los países miembros están dispuestos a compartir cuotas de soberanía a cambio de la promoción concertada de un desarrollo más autónomo y equitativo. Este trabajo explora dichas opciones y posibilidades.

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Introducción En los albores del próximo siglo, la trama de compromisos integradores suscritos en las Américas quedará reducida a cinco tratados fundamentales clasificables, según se propone en este trabajo, en dos grandes tipos. De un lado a nivel hemisférico el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (tipo "A:'); absorberá a todos los actuales tratados similares que están vigentes. De otro lado a nivel subregional sobrevivirán cuatro tratados (tipo "B" );: el Mercado Común del Sur, la Comunidad Andina de Naciones, el Mercado Común Centroamericano, y la Comunidad del Caribe. A lo largo de la década de los noventa, ambos tipos de tratados han sido plenamente compatibles con las reglas del juego del multilateralismo global en el actual escenario económico mundial, y con los modelos de crecimiento apoyados en la apertura, la desregulación y la transnacionalización de los mercados. En suma, ambos tipos de tratados se encuadran en las normas y principios del regionalismo abierto. A pesar del cúmulo de "sorpresas" que nos ha reservado la historia en este fin de milenio, parece poco probable que en las primeras décadas del próximo, el ALCA evolucione hacia fases de integración más profundas que lo hagan transitar hacia el tipo B examinado en este trabajo. Una transición de esta naturaleza implicaría por parte de Estados Unidos aceptar reducir su capacidad para formular de manera independiente aspectos vitales de su política exterior (comercial, migratoria, etc.);. Esta concesión resulta difícilmente admisible para la principal potencia mundial de fines de este siglo. Por otro lado, los países latinoamericanos y caribeños agrupados en torno a los otros cuatro tratados de tipo B, han estado experimentando de manera creciente dos órdenes de impactos negativos en sus perspectivas de desarrollo. Primero, un agravamiento de los problemas de empleo, pobreza y concentración distributiva asociados a su creciente integración al orden económico global; y segundo, dificultades fiscales y financieras agravadas por una creciente vulnerabilidad a los volátiles movimientos de mercados bursátiles, cambiarios, y financieros en la economía global. Paralelamente las reglas de juego del multilateralismo (no discriminación y trato nacional); a nivel mundial han limitado la autonomía de las autoridades nacionales para fijar sus políticas públicas, especialmente las relacionadas con su inserción en la economía mundial. En el marco de estas dificultades, surgen algunos indicios de que los países de la región (sin renegar de 1os principios y compromisos del regionalismo abierto, y sin pretender, por ahora, un retorno a prácticas proteccionistas); están descubriendo en los tratados de integración tipo B un instrumento de gran potencialidad para ir elaborando, de manera conjunta, nuevas respuestas estratégicas frente a los desafíos de la globalización. El tema excede el marco de las consideraciones económicas y se proyecta al plano social y político cuando los países miembros están dispuestos a compartir cuotas de soberanía a cambio de la promoción concertada de un desarrollo más autónomo y equitativo. Este trabajo explora dichas opciones y posibilidades.
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