La estratificación social chilena hacia fines del siglo XX

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La estratificación social chilena hacia fines del siglo XX

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Resumen La constatación de una distribución del ingreso concentrada y tendencialmente regresiva ha sido recurrentemente señalada como el principal déficit del estilo de desarrollo chileno. En este trabajo sostenemos que la pregunta más importante a este respecto no es tanto cuán distante es la participación en los ingresos de unos y otros individuos, sino cómo esa desigualdad se superpone a determinadas posiciones o roles, afectando sistemáticamente las probabilidades de movilidad social de los individuos que las ocupan. Más allá de las diferencias cuantitativas en las capacidades de consumo presente, la interrogante que pretendemos abordar es: ¿qué tipo de desigualdad ha tendido a configurarse en Chile y cuáles son sus significaciones previsibles? Abordamos esta pregunta desde el punto de vista de la estructura ocupacional y de los diversos sub-conjuntos (clases sociales); que en ella se han ido diferenciando a lo largo de las distintas etapas del desarrollo nacional. Nuestro propósito es describir y tratar de interpretar el sentido general de las transformaciones ocurridas en la estructura socio-ocupacional chilena en los últimos veinticinco años. Concluimos que la estructura de clases actual, surgida de las profundas transformaciones ocurridas en el país, presenta notables diferencias con la estructura pre-existente. Los cambios de mayor impacto son la fuerte caída en la significación de la clase obrera productiva, la terciarización y la burocratización del trabajo asalariado bajo organización privada. La lógica reivindicativa de movilización de los actores sociales, que se tradujo en una fuerte presencia del sindicalismo en la vida nacional, ha sido desplazada por un estilo mesocrático de vida orientado por pautas de mercado. Finalmente, destacamos la existencia de fuentes adscriptivas de desigualdad: las distancias educativas entre clases continúan siendo muy pronunciadas y permanecen como barreras difícilmente superables para la movilidad social. El nivel educativo de los padres, aun más que el ingreso familiar, aparece como el principal determinante de la educación de los hijos. La "superposición" de distribuciones concentradas del ingreso y de las oportunidades educativas, apuntan hacia una persistencia de las desigualdades interclasistas, dificultando el surgimiento de formas más igualitarias de ciudadanía, capaces de cimentar nuevas relaciones de solidaridad social.

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Resumen La constatación de una distribución del ingreso concentrada y tendencialmente regresiva ha sido recurrentemente señalada como el principal déficit del estilo de desarrollo chileno. En este trabajo sostenemos que la pregunta más importante a este respecto no es tanto cuán distante es la participación en los ingresos de unos y otros individuos, sino cómo esa desigualdad se superpone a determinadas posiciones o roles, afectando sistemáticamente las probabilidades de movilidad social de los individuos que las ocupan. Más allá de las diferencias cuantitativas en las capacidades de consumo presente, la interrogante que pretendemos abordar es: ¿qué tipo de desigualdad ha tendido a configurarse en Chile y cuáles son sus significaciones previsibles? Abordamos esta pregunta desde el punto de vista de la estructura ocupacional y de los diversos sub-conjuntos (clases sociales); que en ella se han ido diferenciando a lo largo de las distintas etapas del desarrollo nacional. Nuestro propósito es describir y tratar de interpretar el sentido general de las transformaciones ocurridas en la estructura socio-ocupacional chilena en los últimos veinticinco años. Concluimos que la estructura de clases actual, surgida de las profundas transformaciones ocurridas en el país, presenta notables diferencias con la estructura pre-existente. Los cambios de mayor impacto son la fuerte caída en la significación de la clase obrera productiva, la terciarización y la burocratización del trabajo asalariado bajo organización privada. La lógica reivindicativa de movilización de los actores sociales, que se tradujo en una fuerte presencia del sindicalismo en la vida nacional, ha sido desplazada por un estilo mesocrático de vida orientado por pautas de mercado. Finalmente, destacamos la existencia de fuentes adscriptivas de desigualdad: las distancias educativas entre clases continúan siendo muy pronunciadas y permanecen como barreras difícilmente superables para la movilidad social. El nivel educativo de los padres, aun más que el ingreso familiar, aparece como el principal determinante de la educación de los hijos. La "superposición" de distribuciones concentradas del ingreso y de las oportunidades educativas, apuntan hacia una persistencia de las desigualdades interclasistas, dificultando el surgimiento de formas más igualitarias de ciudadanía, capaces de cimentar nuevas relaciones de solidaridad social.
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