Consideraciones económicas sobre la política industrial

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Consideraciones económicas sobre la política industrial

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Introducción Las nuevas condiciones de Argentina, en particular en el marco de la estabilización y de la apertura de su economía, son aceptadas como necesarias, pero no suficientes para el sustento del desarrollo de largo plazo, que requiere de respuestas de crecimiento y de una nueva especialización del país. El reconocimiento de la existencia de mercados imperfectos y de la debilidad de las `instituciones' para inducir el desarrollo de ventajas comparativas dinámicas, generó un replanteo de las políticas industriales, que difícilmente encuentre una respuesta en la reproducción de los instrumentos y el marco institucional de la etapa de sustitución de importaciones (SI);. El desafío es el mismo del pasado, pero las condiciones internacionales y domésticas tienen una historia y un punto de partida diferente. El contexto internacional está viviendo una nueva fase de la internacionalización caracterizada por la creciente globalización de los mercados reales y financieros. La intensificación de la competencia, a nivel de países, sectores y empresas, es uno de los rasgos centrales en el cual se desenvuelve la nueva división internacional del trabajo. La interrelación entre el nuevo patrón de comercio internacional y los nuevos modelos tecnoproductivos que caracterizan a los países más desarrollados está influenciada por la creciente importancia que están adquiriendo la calificación de los recursos humanos y la base científico- tecnológica, como sustento del desarrollo de nuevas capacidades competitivas. En este nuevo escenario internacional adquieren una nueva dimensión los procesos de conformación de bloques y nuevas formas de integración regional, que se articulan complementariamente con el escenario antes descripto. En el caso particular de la economía argentina los avances en el proceso de integración en el Mercosur y la creciente apertura de la economía van gestando un tránsito desde una economía básicamente semicerrada, como lo era la economía argentina en el pasado, a una economía relativamente pequeña y crecientemente abierta, redefiniendo su participación en los procesos de integración y globalización. Este difícil tránsito no empieza de la nada. Tiene su punto de partida en un largo sendero evolutivo en el cual se fueron desarrollando capacidades tecnológicas. Argentina tiene más de un siglo de industrialización. La misma presentaba deficiencias a nivel microeconómico en términos de tamaño de plantas y escasas capacidades de especialización; asimismo hubo desequilibrios macroeconómicos muy fuertes en términos de la posición deficitaria del sector externo o de fuertes costos fiscales asociados con el desarrollo de la industrialización. Pero, a pesar de todos esos problemas, se fue generando simultáneamente con la producción de bienes industriales una gran cantidad de capacidades tecnológicas, de calificación de recursos humanos, de desarrollos empresariales e institucionales, que constituyen un punto de partida que pocas sociedades pueden exhibir. Es a partir de esta historia, con sus marchas y contramarchas, que la Argentina tiene por delante el desafío de pasar a las cadenas de mayor valor agregado, superando sus limitaciones y potenciando sus capacidades acumuladas. El proceso de industrialización en el país encontró su máximo explendor en la última fase de la sustitución de importaciones. La industria como motor de crecimiento y generador de empleo estaba apuntalada por un diseño de política industrial que visto desde la perspectiva tenía en la restricción externa su primer condicionante y al mismo tiempo su desafío de superarlo. Los instrumentos que se planteaban estaban circunscriptos por una parte al manejo de la política arancelaria, y en segunda instancia por los mecanismos de financiamiento tanto para el capital de trabajo como para incentivar los procesos de inversión. En forma estilizada se observa una secuencia, fundada en el desarrollo de las capacidades empresariales y tecnológicas en general, en el cual la SI avanzaba desde los procesos tecnológicos más sencillos y más difundidos en dirección a las actividades de complejidad tecnoproductiva más sofisticada, viabilizado en muchos casos a partir de la radicación de filiales de empresas transnacionales. El replanteo de la necesidad de desarrollar una estrategia competitiva, que cuente con una articulada política industrial, para fortalecer una nueva especialización del país tiene, en este sentido, un marco muy distinto del pasado. De esta forma, la definición de políticas industriales para una economía en transformación de tamaño relativamente pequeño y con la necesidad de reestablecer el funcionamiento del sistema ecónomico, que requiere que los procesos de estabilización se fundamenten en los cambios estructurales, será sin lugar a dudas muy distinta a la del modelo sustitutivo. La misma será mucho más compleja, con requerimientos sectoriales, regionales y empresariales mucho más específicos y el diseño de una ingeniería institucional que debe "aggiornarse" a los cambios domésticos e internacionales señalados. Uno de sus principales objetivos debería ser reducir la incertidumbre, para permitir una mejor evaluación de los agentes económicos -en particular las Pymes- de los escenarios en los cuales deben desplegar sus estrategias. En este marco, el objetivo del presente trabajo es replantearse el marco conceptual necesario para pensar la política industrial en las condiciones que actualmente enfrenta el país. Sin embargo, los problemas planteados no son exclusivos de Argentina, y tanto en el escenario de los países más industrializados como en las economías de desarrollo industrial intermedio el debate tiene matices muy similares.

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Resumen
Introducción Las nuevas condiciones de Argentina, en particular en el marco de la estabilización y de la apertura de su economía, son aceptadas como necesarias, pero no suficientes para el sustento del desarrollo de largo plazo, que requiere de respuestas de crecimiento y de una nueva especialización del país. El reconocimiento de la existencia de mercados imperfectos y de la debilidad de las `instituciones' para inducir el desarrollo de ventajas comparativas dinámicas, generó un replanteo de las políticas industriales, que difícilmente encuentre una respuesta en la reproducción de los instrumentos y el marco institucional de la etapa de sustitución de importaciones (SI);. El desafío es el mismo del pasado, pero las condiciones internacionales y domésticas tienen una historia y un punto de partida diferente. El contexto internacional está viviendo una nueva fase de la internacionalización caracterizada por la creciente globalización de los mercados reales y financieros. La intensificación de la competencia, a nivel de países, sectores y empresas, es uno de los rasgos centrales en el cual se desenvuelve la nueva división internacional del trabajo. La interrelación entre el nuevo patrón de comercio internacional y los nuevos modelos tecnoproductivos que caracterizan a los países más desarrollados está influenciada por la creciente importancia que están adquiriendo la calificación de los recursos humanos y la base científico- tecnológica, como sustento del desarrollo de nuevas capacidades competitivas. En este nuevo escenario internacional adquieren una nueva dimensión los procesos de conformación de bloques y nuevas formas de integración regional, que se articulan complementariamente con el escenario antes descripto. En el caso particular de la economía argentina los avances en el proceso de integración en el Mercosur y la creciente apertura de la economía van gestando un tránsito desde una economía básicamente semicerrada, como lo era la economía argentina en el pasado, a una economía relativamente pequeña y crecientemente abierta, redefiniendo su participación en los procesos de integración y globalización. Este difícil tránsito no empieza de la nada. Tiene su punto de partida en un largo sendero evolutivo en el cual se fueron desarrollando capacidades tecnológicas. Argentina tiene más de un siglo de industrialización. La misma presentaba deficiencias a nivel microeconómico en términos de tamaño de plantas y escasas capacidades de especialización; asimismo hubo desequilibrios macroeconómicos muy fuertes en términos de la posición deficitaria del sector externo o de fuertes costos fiscales asociados con el desarrollo de la industrialización. Pero, a pesar de todos esos problemas, se fue generando simultáneamente con la producción de bienes industriales una gran cantidad de capacidades tecnológicas, de calificación de recursos humanos, de desarrollos empresariales e institucionales, que constituyen un punto de partida que pocas sociedades pueden exhibir. Es a partir de esta historia, con sus marchas y contramarchas, que la Argentina tiene por delante el desafío de pasar a las cadenas de mayor valor agregado, superando sus limitaciones y potenciando sus capacidades acumuladas. El proceso de industrialización en el país encontró su máximo explendor en la última fase de la sustitución de importaciones. La industria como motor de crecimiento y generador de empleo estaba apuntalada por un diseño de política industrial que visto desde la perspectiva tenía en la restricción externa su primer condicionante y al mismo tiempo su desafío de superarlo. Los instrumentos que se planteaban estaban circunscriptos por una parte al manejo de la política arancelaria, y en segunda instancia por los mecanismos de financiamiento tanto para el capital de trabajo como para incentivar los procesos de inversión. En forma estilizada se observa una secuencia, fundada en el desarrollo de las capacidades empresariales y tecnológicas en general, en el cual la SI avanzaba desde los procesos tecnológicos más sencillos y más difundidos en dirección a las actividades de complejidad tecnoproductiva más sofisticada, viabilizado en muchos casos a partir de la radicación de filiales de empresas transnacionales. El replanteo de la necesidad de desarrollar una estrategia competitiva, que cuente con una articulada política industrial, para fortalecer una nueva especialización del país tiene, en este sentido, un marco muy distinto del pasado. De esta forma, la definición de políticas industriales para una economía en transformación de tamaño relativamente pequeño y con la necesidad de reestablecer el funcionamiento del sistema ecónomico, que requiere que los procesos de estabilización se fundamenten en los cambios estructurales, será sin lugar a dudas muy distinta a la del modelo sustitutivo. La misma será mucho más compleja, con requerimientos sectoriales, regionales y empresariales mucho más específicos y el diseño de una ingeniería institucional que debe "aggiornarse" a los cambios domésticos e internacionales señalados. Uno de sus principales objetivos debería ser reducir la incertidumbre, para permitir una mejor evaluación de los agentes económicos -en particular las Pymes- de los escenarios en los cuales deben desplegar sus estrategias. En este marco, el objetivo del presente trabajo es replantearse el marco conceptual necesario para pensar la política industrial en las condiciones que actualmente enfrenta el país. Sin embargo, los problemas planteados no son exclusivos de Argentina, y tanto en el escenario de los países más industrializados como en las economías de desarrollo industrial intermedio el debate tiene matices muy similares.
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